En los meses de verano el huerto coge un ritmo de trabajo especial, el calor aprieta en las horas centrales de el día y algunos hortelanos descubren por primera vez las ‘bondades’ de venir al huerto a primera o ultima hora del día.
Las vacaciones o jornadas intensivas en estos meses nos permiten disfrutar de un huerto desconocido durante el invierno, de amaneceres con cánticos de los diferentes pajarillos que lo habitan o atardeceres anaranjados que adormecen a las chicharras en el pinar que nos rodea.
Este julio no ha sido tan caluroso como acostumbra en Madrid y este respiro ha dejado huella, hemos estado muy hacendosos preparando algunos bancales para la próxima siembra de otoño, limpiando y saneando el terreno del recinto, el jardín de aromáticas, el de frutos del bosque, poniendo a punto las composteras, construyendo nuestras zonas comunes, organizando maderas, ordenando, ordenando, ordenando… para estar preparados y seguir trabajando a la vuelta de vacaciones.
El verano trae un ritmo diferente, pero también un secreto. Los hortelanos que se marchan fuera siempre vuelven descansados y con anécdotas de otros huertos que han conocido durante sus vacaciones, los que se quedan disfrutan de un huerto muy diferente que sólo se puede conocer con las manos húmedas calmando la sed de la tierra cuando la ciudad adormece sssshhhhh….